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''Manuel J. Cobos: Emperador de las Galápagos'', del historiador Octavio Latorre, es un ensayo publicado en 1991, por la Fundación Charles Dawin. Se trata de una exploración de quién en vida fue Manuel J. Cobos, caudillo de la isla San Cristóbal, que de segunda mitad del siglo XIX, hasta su fallecimiento a comienzos del siglo XX, supo crear -no sin colaboraciones gubernamentales-, un imperio totalmente autónomo que constituyó en un ingenio, llamado ´´Progreso´´. La empresa llevada a cabo por Manuel J. Cobos, comienza en 1879, y termina en 1904, durando un total de 25 años. Poco se sabe de Cobos previo a esto. Por aquel entonces se rumoreó que junto con José Monroy, habian tenido cargos por contrabando. Incluso, se dice que García Moreno elaboró una orden de captura para ambos. Sin embargo, a su llegada, la raleza del archipielago contribuyó a que Cobos subyugara a los colonos con la fuerza física y el trabajo, y Monroy se encargara de su representación legal en Guayaquil, además de ocuparse de la comercialización de los productos extraídos del lugar. La producción yacía eje principal en los cafetales, y los cañaverales. Cada trabajador tenía una cuota diaria, y al final de cada jornada, se procedía al escrutinio de la recolección. Si no cumplían con lo suficiente, eran castigados con azotes que en diversas ocasiones, concluyeron en muertes. Así, todo se mantenía bajo un regimen autocrático. Incluso, la isla contaba con su propia economía, donde emitían su moneda. Asimismo, los trabajadores de la hacienda, eran en su mayoría prisioneros, pues en aquel tiempo hubo la opción de que en lugar de pagar la pena en prisión, se pagase siendo enviado a la isla, por lo cual, aumentó el índice de violaciones y la inseguridad. Aquellos que intentaban escapar, eran buscados, y al ser encontrados, se los desterraba a la soledad en parajes cercanos, donde a su vez, se ponía un cartel diciendo que el confinado, se encontraba ahí por criminal, cosa nada favorable ya que con esto, las embarcaciones no se detenían a ayudar. Hubieron varios amotinamientos, pero no fue hasta el 15 de enero de 1904, que los trabajadores sublevados lograron asesinar a Manuel J. Cobos, y a Leonardo Reina, quien sería su caporal por ese entonces.
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