¿Es posible vivir una ciudad? ¿Sentir el territorio propio como una extensión más del cuerpo? Laura Nivela ha escrito un poemario que reinventa la geografía desde la experiencia, en una ciudad en la que sus muertos han perecido, pero que de alguna forma siguen flotando, bajo el mismo aire y el mismo cielo que hoy nos cobija a quienes la habitamos. Es difícil acercarse a Guayaquil, y salir bien librado en el intento. Pisar sus calles, que como dunas ardientes, prenden fuego a nuestro caminar haciéndonos vivir la incandescencia.
Quizás para sobrevivir a Guayakill, hay que buscar la forma de ganarle. De este modo, Nivela traza una lista de pasos a seguir ´´para que Guayakill se marchite´´, como agarrarse de las manos y tirarse del puente 5 de Junio hacia el río Guayas, o patear los últimos edificios que prevalezcan después de la destrucción. Todo con la premisa de que para hacerlo, ´´hay morir de a poco´´. Como si la única manera de luchar sería entregándose a la resignación de que a final de cuentas: vamos a perder.
´´Guayaquil se está incendiando en mis manos / tengo sus gritos entre los huesos y las pestañas´´.
Al mismo tiempo que la ciudad se derrumba frente a sus ojos, la voz lírica habla de un vínculo con su abuela, compañera entrañable en la supervivencia. Sin que haya ocurrido todavía, teme por la vida de ella. El tiempo corre, y cada vez está más cerca de perderla. Dice: ´´Abuela, el tiempo se me acaba y me estoy volviendo loca porque ahora que ha llegado tu despedida le tengo mucho miedo a la muerte y al espacio vacío que quedará en tu cama´´. El miedo se condensa a la luz de la mirada impasible de la ciudad, esa vorágine de sensaciones que nos devora.
Hacia el final del poemario, ´´Incendio´´ aparece como una explosión. El yo lírico se posesiona de la ciudad, y se decide a luchar hasta el final. A la manera de Huidobro en ´´Altazor´´, dice: ´´El incendio es el hogar del poema´´. Pues a fin de cuentas, la vida es un viaje en paracaídas, del cual somos kamikazes.
Con ´´Guayakill Sincity´´, la autora deja en evidencia algo fundamental: la vida es un ejercicio funambulista que nos expone. Más aún en una ciudad como Guayaquil. A través de una escritura vertiginosa, Laura Nivela nos demuestra que este es apenas el comienzo de un proyecto literario que seguro, dará mucho de qué hablar.
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